FILOSOFÍA IMPURA

Filosofía: entrenando el sentido común

Se dan diversas circunstancias coincidentes en pro de la filosofía: El decreto ley del gobierno que la reinstaura como asignatura obigatoria, la necesidad de que la población practique el pensamiento crítico frente a la unicidad mental de la derecha, y el Día Mundial de la Filosofía que hoy conmemoramos. Motivos más que suficientes para retomar mi largamente abandonada sección de «Filosofía Impura».

La enseñanza de la filosofía entre nuestros jóvenes alumnos aporta beneficios personales y sociales de incalculable valor: el estudio de la lógica y, en consecuencia, de la diferencia entre la ética y la moral, así como de la discrepancia razonada de lo que no resulta de recibo.

El sentido común se conforma entrenando el pensamiento lógico -abandonado hasta los límites de la esquizofrenia social que impera en la actualidad-, al igual que discerniendo entre la comúnmente aceptada ética y la relativa moral que cada grupo interesado prescribe como su verdad.

Una situación social y política que margina a nuestros jóvenes -al igual que a muchos maduros- en lo que respecta a la posibilidad de tomar sus propias decisiones razonadas y conscientes, en pro de situaciones de euforia o depresión social que carecen en absoluto del criterio más evidente.

No importa tanto la historia de la filosofía -aún teniendo en cuenta su gran vslor como prueba del desarrollo del pensamiento- como la demostración empírica de la capacidad de discernimiento de lo que está bien y lo que está mal.

En este aspecto, la filosofía tiene la misión de sembrar entre los jóvenes la posibilidad de entrenar el más común de los sentidos. Ese que permite sembrar la bases razonadas del pensamiento, así como asentar el pensamiento crítico necesario para actuar en la vida teniendo en cuenta los principios básicos de un Estado social y de Derecho que marca cualquier constitución moderna y aceptable.

De lo contrario, de la ausencia de la filosofía en nuestra formación vital, demanaría un despropósito general al que impera en la actualidad.

Sin este necesario entrenamiento educativo, y desde la noción más impura de la filosofía que me caracteriza, el sentido común dejaría de ser la interpretación del mundo que todos pueden captar con los sentidos, en la que intervienen distintas funciones psicológicas como la percepción, la memoria, el pensamiento, la deducción, la previsión, el razonamiento, los valores y el juicio (Gracias a los escritos de Malena, de los que he tomado las necesarias notas para este post).

Sólo con imaginar una sociedad carente de estos principios básicos del pensamiento, podemos echarnos a temblar ante una posible sociedad carente de sentido y adaptada incoherentemente al seguidismo más lamentable.

Se hace pues estrictamente necesaria la enseñanza de la filosofía como método primario de la práctica del sentido común, del desarrollo del pensamiento humano en los ámbitos más justos y razonables.

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Ética y moral en el PP

Tras los hechos acaecidos hoy, que han defenestrado a la Presidenta de La Comunidad Autónoma de Madrid, Cristina Cifuentes, vale la pena recordar los atributos y diferencias que distinguen la ética y la moral, aplicándolas directamente al comportamiento del PP.

La ética es el conjunto de principios humanos comúnmente aceptados, como la del respeto a la vida, a la transparencia política, a la solidaridad u otros. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, los Derechos del Niño u otros documentos -faltaría una declaración especial sobre la igualdad de la mujer-, intentan recoger esos principios que deben regir las reglas del pensamiento y de la actuación del ser humano.

En cambio, la moral es algo relativo a las enseñanzas, doctrinas y actuaciones sociales de diversos estratos de la ciudadanía, en función de sus creencias y maneras de proceder. Algo tan relativo como la bondad o el asesinato, que son relativamente percibidas como buenos según se pertenezca a la modernidad solidaria o al terrorista criterio de ISIS, por ejemplo.

Pero descendamos a lo que hoy toca: el análisis de la ética y la moral en el partido gobernante en España: el PP.

En el Partido Popular, la ética no está suficientemente implantada. Pruebas como la corrupción generalizada o la promoción de la desigualdad son más que suficientes como para no insistir más en ello. Y lo que es más lamentable, quien se encuentra al frente del partido, Mariano Rajoy, demuestra continuamente sus vaivenes sobre esos principios fundamentales que deberían regir a los ciudadanos españoles.

Por lo que respecta a la moral de los altos cargos, militantes y votantes del PP, la cosa se sale de madre de una manera exacerbada. La moral católica que parece imperar en el partido, es continuamente subvertida por comportamientos contrarios en su totalidad a las reglas que se les supone. Son ya muchos los católicos declarados del PP que se han visto envueltos en casos de corrupción o de ninguneo de las víctimas de atentados o de diversos grandes accidentes.

Otra corriente moral del PP, se sustenta en el franquismo, actitud demostrada por su falta de apoyo a la Ley de Memoria Histórica, a las subvenciones ilegales a la Fundación Francisco Franco o a la constante negativa de la dignidad, insultos incluidos, a quien sólo ha pretendido enterrar dignamente a sus muertos -caso único en la Europa moderna-, Cuelgamuros incluido.

Pero, sobre todo, la moral globalmente implantada en el PP, radica en hacer más ricos a los que ya lo eran y en devaluar los ingresos de los trabajadores y pensionistas, sin importar que acaben en la miseria. Una visión neoliberal que supera en mucho a las prácticas de otros estados en esta doctrina.

Robar, hacerse indebidamente con el dinero público, privatizar lo que es de todos, o favorecer fiscalmente a los amigos fieles, es otra de las manifestaciones inmorales de un PP perdido en sus propias prebendas.

Las pruebas de estas afirmaciones son exhaustivas: el apoyo a Bárcenas; la constante negativa a la regeneración democrática; las salvajadas divulgadas por el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, que nunca son rebatidas por las más altas instancias del partido; la defensa a ultranza de la honestidad de una alarmante cantidad de correligionarios imputados; o los comportamientos mafiosos de gran parte de la cúpula del partido, dejan claro que la moral imperante en el partido es claramente deleznable y su sentido ético, simplemente inexistente.

El instrumento utilizado hoy para defenestrar a Cristina Cifuentes, se salta a la torera cualquier atisbo ético o moral, ya que han utilizado la destrucción de la persona, por encima de su significación política. Mafia pura.

Tomen nota pues los habituales votantes del PP -sean o no pensionistas, que van a ver incrementados por fin sus subsidios en un toma y daca con el PNV- de que están amparando a un partido, el Popular, que se debate constantemente entre el delito, la falacia, la mentira, la prevaricación moral y la injusticia. Allá ellos con su vergonzosa complicidad.

No citaré hoy a ningún autor de filosofía, por muy impura que resulte, porque la cosa cae por su peso.

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Los mártires de Rajoy

El presidente Rajoy, al que nada debo y nada quiero, ha cometido uno de los más crasos errores de la derecha retrógada e inculta de nuestro país: crear mártires en Cataluña. De esa manera, la cantidad de independentistas o indignados se multiplica exponencialmente con cada movimiento represor del gobierno.

La Historia está llena de ejemplos como éste, en los que se nos indica claramente que la represión siempre acaba volviéndose en contra de quien somete por la fuerza. Es más, el represor, antes o después, suele caer como consecuencia de sus actos. Pero no parece Rajoy ni quienes le aconsejan buenos lectores, como tampoco aparentan tener más de dos dedos de frente.

No debemos olvidar que esta nueva época independentista de Cataluña se gestó tras la estúpida maniobra de D. Mariano, cuando denuncio ante el Tribunal Constitucional una reforma del Estatut de Cataluña, aprobada en referéndum legal y por las Cortes Generales.

Ese mismo día, empezaron muchos catalanes a manifestar su llamémosle martirio, cabreados hasta la médula por el enésimo desprecio de la derecha española. Y a partir de ahí, quien provocó a los catalanes fue incapaz -una vez llegado al poder- de resolver el conflicto creado, negándose una y otra vez al diálogo y al entendimiento.

Paradójicamente, hoy que el problema de Cataluña ya se ha enquistado y no parece tener solución, parece bien a todos los partidos políticos -incluidos los que en su día miraron hacia otro lado- que la Constitución Española sea reformada hasta conseguir el encaje de las comunidades autónomas en un nuevo modelo de Estado que responda a las diferencias culturales y económicas de nuestras regiones, históricas o no.

Y no hace falta extenderse más, pues todo lo acaecido hasta hoy mismo es conocido por todos.

En filosofía, impura como siempre que la utilizó para poner ejemplos que me ayuden a explicarme, hoy conviene recordar a Spinoza, sobre cuyo pensamiento ad-hoc se ha escrito: «No son tanto mártires de la verdad, como mártires de la libertad. Y si se les menciona para apoyar la libertad de consciencia, ello se debe a que el espectáculo que ofrecen empuja a la muchedumbre a la indignación; el poder mismo, por tanto, tiene un cierto interés en no hacer mártires». (mi agradecimiento al a Pierre-François Moreau, de cuyo libro ‘Spinoza. Filosofía, física y ateísmo’ he entresacado mis necesarias notas)

Como se ve, nada hay en común entre lo acaecido durante siglos con los criterios políticos de Rajoy ni con sus actos, propios de esa derecha reaccionaria que tanto daño ha hecho y sigue haciendo a nuestro país. Y no olvido las malas artes de los gobernantes de Cataluña y sus acólitos, que no han tenido empacho en utilizar su metafórico martirio para pasarse por el arco del triunfo las normas democráticas más esenciales.

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Irma y el negacionismo

Cada gran huracán que azota las costas atlánticas caribeñas y norteamericanas es mayor que el anterior. Así, el actual y destructivo ciclón Irma se observa como el mayor de la historia en el Atlántico desde que se tienen datos.

Con 700 hilómetros de diámetro, 50 sólo en su ojo y vientos sostenidos de 300 kilómetros por hora, Irma arrasa por allá donde pasa. Sólo en la isla de Barbuda, los destrozos se evalúan ya en el 92% de las construcciones de la isla. Y las instrucciones de evacuación del sureste de Florida, superan por mucho a otras medidas de prevención tomadas en ocasiones anteriores.

Aún así, con pruebas tan cruentas como Irma que confirman el cambio climático, los negacionistas siguen campando a sus anchas, hasta situarse al frente de los EE.UU. con el enloquecido Donald Trump a la cabeza.

El negacionismo, sea sobre el cambio climático, el universo, el holocausto judío u otros asuntos claramente demostrados por la ciencia, por la historia o por el sentido común, es una burda posición cultural, social, política e incluso económica ante todo aquello que no se comprende o que afecta a los intereses más espúrios, adoptada por individuos o colectivos a los que seguramente les falta un riego, ya que se niegan a comprender, aceptar o a ser guiados por los que realmente saben de las materias puestas en duda.

Y ese negacionismo que tanto daño produce a la humanidad, se dio ayer un garbeo por el Parlament de Cataluña, en forma de un empecinamiento grosero y falaz que se pasó por el arco del triunfo todo tipo de leyes, normas jurídicas, procedimientos o actos de pura lógica. Una manifestación de la que podríamos llamar política genital, porque se sustenta en malas prácticas que a algunos les salió de las mismísimas partes.

En filosofía, tan impura como de costumbre en mis onanistas debates sobre el pensamiento, se considera que la cosa negada es, por deducción, tan obviamente cierta que el negador debe actuar motivado por la perversidad, malicia o ceguera obstinada. (Mi agradecimiento al filósofo y profesor Edward Skydelsky, de cuyas opiniones he tomado mis necesarias notas)

Los negacionistas suelen ser peligrosos, tanto porque actúan contra natura, porque cuando ocupan el poder descargan su fanatismo sobre los ciudadanos, sin preocuparles en demasía los descalabros que les puedan producir. Unos autócratas tarados, vamos.

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Con los muertos no se juega

Asisto pasmado a las desagradables situaciones acaecidas en el 20º aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA. Y digo pasmado porque el uso y abuso político que ha hecho el PP de tal conmemoración, resulta tan falaz como insultante, en un país con más de mil muertos a manos del terrorismo y muchísimos más que aún esperan un entierro digno desde cunetas y fosas comunes.

Si ya resulta sardónico que un partido político use la memoria de un muerto como arma arrojadiza contra los que no distinguen colores políticos entre las víctimas del terrorismo, más vergonzoso resulta aún que sean los mismos que en su día negaron el pan y la sal a las del terrorífico 11-M.

Y, de manera impresentable, los conservadores del PP han pretendido imponer a su muerto más tristemente célebre al resto de partidos y organizaciones políticas, llegando a insultar gravemente a quienes se negaron a seguirles la corriente, bajo la muy defendible razón de que todas las víctimas del terrorismo son iguales y merecen equitativamente el respeto de todos.

Los abucheos a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, por defender esta igualdad y negarse a destacar a uno sobre los demás -por muy simbólico de la rebelión popular contra ETA que resulte-, resultan inadmisibles desde el punto de vista político e inhumanamente groseros contra quien como Manuela vivió de cerca el asesinato de los abogados de Atocha, llevados a cabo por ultraderechistas tan desalmados como los que ayer insultaban a quien no compartiera el muerto de la derecha, olvidando con tamaña ignominia que los muertos del terrorismo son de todos.

En filosofía, tan impura como siempre me resulta, se trata claramente el uso político de los muertos, que están desarmados, solos, que no tienen voz, que su opinión no importa porque, sencillamente, no pueden emitirla. Que no pueden negar las infamias, ni los inventos, ni los usos desvergonzados que se hacen de ellos. (Mi agradecimiento al autor José Pablo Feinmann, que tan claramente trata este asunto en el digital Página 12, y de cuyo escrito he extraído mis necesarias notas de hoy)

Señores del PP: dejen en paz a los muertos, o désenla si aún no la tienen. Abandonen de una vez el insulto del Valle de los Caídos, y apoyen sin excusas a quien sólo reclama dignidad para sus antepasados asesinados por el franquismo. Respeten a los muertos. A todos.

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Viene la economía circular

Frente a la convencional economía lineal, que se sustenta en la secuencia «extraer, producir, usar y tirar» -claramente insostenible y causante de muchos de nuestros males medioambientales-, se lleva tiempo proponiendo una nueva economía, circular, en la que el reciclaje se tome en serio hasta imitar a la propia Naturaleza.

Pero la noticia -para los más informados- no es esta, sino que un país como Austria se haya tomado en serio el modelo hasta el extremo de convertir la economía circular en una cuestión de estado.

De hecho, en países avanzados y con una elevada conciencia medioambiental, como Alemania o la propia Austria, ya hace décadas que la separación de los desechos en hogares y empresas se realiza por ley y bajo pena de sanción.

En mi viaje a la Expo de Hannover, en 2000, ya observé como las bolsas de basura que se depositaban en las puertas de las casas eran transparentes, con el fin de que el propio servicio de recogida pudiera realizar también la tarea de inspección. Incluso fui testigo de como uno de los alemanes que tuvo a bien acogerme en su hogar, disponía de grandes recipientes en los que clasificaba convenientemente el papel, los envases o el vidrio. Aún recuerdo cuando, maravillado, le acompañé un día con su coche para transportar aquellos contenidos a sus respectivos contenedores. Nada de tenerlos junto a la puerta. Había que hacer al menos unos kilómetros para cumplir con el deber ciudadano.

Volviendo al caso de Austria, allí son conscientes de que implantar la economía circular, en la que todo se transforma y se aprovecha, requiere un gran esfuerzo social, por lo que se han metido en una gigantesca campaña promocional, en la que sus modernas plantas de reciclaje y separación se han convertido en motivos de visita turística y divulgativa.

Conviene recordar que el movimiento verde en estos países tiene muchas décadas de historia y participación política; todo un tiempo que nos llevan por delante. Pero también debemos ser conscientes del alto grado de sentido colectivo de sus ciudadanos, así como que se trata de países altamente industrializados y con grandes inventores, filósofos y otros pensadores en su haber.

Otra buena noticia, es que el primer laboratorio europeo de economía circular, The Circular Lab, se ha instalado en Logroño. Esta iniciativa de Ecoembes estará destinada a experimentar todas las fases del ciclo de vida de los productos hasta mejorar sustancialmente su correspondiente reciclaje y aprovechamiento de materiales, así como la gestión municipal de los residuos.

En filosofía, tan impura como de costumbre, se considera la economía circular como una organización de sistemas inspirada en los seres vivos, que persigue el cambio de la economía lineal hacia el modelo circular. Para ello, divide los componentes de los productos en dos grupos generales: nutrientes biológicos y técnicos. Los nutrientes biológicos -que son biodegradables- se pueden introducir en la naturaleza después de que su valor de uso ya no sea rentable. Y Los nutrientes técnicos, poco aptos para los seres vivos, son reutilizados una y otra vez sin entrar en la naturaleza, favoreciendo así la reutilización de materiales y el ahorro energético (Mi agradecimiento al blog internacional ‘Lecciones De La Naturaleza’, del que hoy he tomado mis necesarias notas).

Aunque todos estos avances políticos, técnicos y sociales, no serán nada sin un profundo cambio en la cultura medioambiental ciudadana. Como tampoco llegarán a ningún éxito significativo mientras negacionistas como Trump y sus voceros se empeñen en seguir condenándonos a muerte. Antes o después, pero a muerte.

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40 años votando

Hoy hace 40 años de aquel días maravilloso en el que los españoles pudimos volver a votar, por primera vez desde la dictadura. Un día emocionante.

Sin nostalgia alguna, no puedo evitar que en mi memoria se proyecten recuerdos de aquel magnífico día; sentimientos imborrables a la par que extraños.

Curiosamente, lo que más recuerdo es la inmensa tarea de la imprenta con la que entonces tenía una profunda relación. Una tarea brutal, porque habían ganado el concurso del gobierno civil de la época para imprimir los millones de papeletas de la circunscripción provincial de Valencia. Y como consecuencia de aquello, todos los partidos y asociaciones políticas que se presentaban a las elecciones fueron a la misma imprenta, para que les editaran sus propias papeletas -las de los primeros envíos propagandísticos a los hogares- a un precio más competitivo ya que sólo se requería incrementar las tiradas.

Y así, desfilaron por allí representantes de organizaciones de todo pelaje y color, desde la UCD hasta el PSOE, desde Alianza Popular o Fuerza Nueva al Partido Comunista.

Y a todos, dada la bisoñez organizativa y la falta de estructura organizativa de los partidos de entonces, se les requería el pago al contado contra la entrega de la mercancía, ineludiblemente.

Aún recuerdo al apoderado de la imprenta yendo a cobrar o conformar con urgencia los distintos cheques recibidos. Aventura de carreras que sólo tuvo una incidencia: el talón -que así se llamaban entonces aquellos documentos de pago- de Fuerza Nueva. Fue a cobrarlo a la entonces central de la Caja de Ahorros de Valencia -más tarde Bancaja y finalmente Bankia- donde le dijeron que en esa cuenta no habían fondos pero que esperara.

Pasadas de largo las dos de la tarde, hora de cierre de las ventanillas, el apoderado de la imprenta aún seguía esperando, hasta que al cabo de un buen rato apareció un alto directivo de la entidad, con un cheque de la propia caja de ahorros que le cambió por el talón impagado.

Esa situación tan pintoresca y simultáneamente tan significativa, es el principal de mis recuerdos de aquel feliz día 15 de junio de 1977. Todos los demás, pues los normales. El gusanillo en la barriga por aquella primera experiencia vital, la emoción por poder participar y, nunca lo olvidaré, una cierta desconfianza ante la facilidad con que estaba discurriendo el nuevo proceso democrático.

Ese mosqueo político, tan compartido entonces como ahora, encuentra alguna explicación en la filosofía, por muy impura que esta resulte cuando yo la utilizo.
Porque partíamos de una larguísima crisis de confianza en las instituciones del Estado. Los múltiples escándalos de corrupción que ya entonces salpicaban a la vida política, la imposición de la una monarquía nombrada a dedo, así como un sentimiento de desconfianza en el Gobierno, la banca y la imparcialidad del poder judicial, afectaban, como ahora, a la imagen y la reputación de todas estas instituciones. Estas fueron, son y serán, las principales preocupaciones de la filosofía política que se sustenta fundamentalmente en el estudio de la causas que generan democracia auténtica o desconfianza (Mi agradecimiento de hoy a la publicación digital COMEIN, de la que he extraído algunas de mis necesarias notas).

En cualquier caso, ese día glorioso del que hoy celebramos el 40º aniversario, abrió la puerta a una nueva sociedad, en la que unos mejor que otros, convivimos por fin en paz. Pero es tanto lo que aún queda por hacer…

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Excusarse con la ineptitud

Se ha puesto de moda entre delincuentes de cuello blanco, altos cargos sospechosos de corrupción y otros mentirosos compulsivos, apelar a su ineptitud cuando la sociedad les pide cuentas, sea a través de los medios de comunicación o de los tribunales de justicia.

Esgrimen en esos casos argumentos tan peregrinos como no saber nada de lo que ocurría a su alrededor o, lo que es más grave, reconocen que no servían para un cargo que en su día aceptaron a cambio de elevadísimos salarios, ineptitud que apelan cuando ya les han cogido robando, que para esto si resultaron hábiles a más no poder.

Así, la larga lista de los autodeclarados ineptos, se cierra por el momento con la declaración ante el juez del que fuera presidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), Modesto Crespo, quien nos viene ahora a decir que no servía para el cargo y que sólo iba de florero. Semejante desfachatez, tras presuntamente esquilmar y hundir la CAM, tendría su gracia si no fuera por el dramatismo de la situación y de los perjuicios producidos.

Como ejemplo, bien vale una antigua anécdota vivida en primera persona y relacionada también con la CAM: como vicepresidente de la entidad para Valencia, fue nombrado un costructor que me encargaba alguna de sus campañas publicitarias. Tras su nombramiento, nos invitó a unos cuantos colaboradores a visitar su nuevo e inmenso despacho de unos 90 metros cuadrados. Lo recorrió contando los metros a zancadas y sólo acertó a decir, alardeando, «¡Aquí cabe uno de los pisos que vendemos!». Flipado estaba por tal símbolo de poder, sin referencia alguna a sus nuevas obligaciones.

Evidentemente, tampoco estaba este constructor capacitado para presidir un territorio muy importante para la CAM y para la sociedad valenciana. Y sí, resultó un inepto para las finanzas, hasta quebrar su propia empresa.

Se hace pues evidente que toda esta caterva de ineptos que aceptan cargos para los que no están preparados -según ellos, que de todo ahí antes de llegar hasta el juez-, no son sino una pandilla de sinvergüenzas, ávidos de poder y de dinero fácil, que sólo al ser acusados por sus delitos -o por sus falacias «in vigilando»- prefieren ser mostrados como ineptos, más bien como imbéciles diría yo, demostrando así su escaso sentido del honor.

En consecuencia, hoy no habrá cita de filosofía, ni impura ni de cualquier otra clase. Sólo recomendaré la lectura de cualquier tratado que repase el pensamiento de Montaigne sobre la ineptitud, proponiendo incluso que sea asignatura obligada a todos esos estúpidos cuando entren en la cárcel.

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Mirando hacia atrás con ira

Es evidente. Nuestro país se está quedando atrasado a pasos agigantados. La ira ha tomado posiciones en nuestra sociedad y en nuestros aparentes representantes, los políticos. Una ira que se empeña en las posiciones más reaccionarias y en la manía habitual de recrearse en el pasado, para bien o para mal.

En la gestión de cualquier proyecto, sea este privado o público, particular o general, existen dos caminos que siempre deben coexistir: el operativo, que intenta resolver las cuestiones de cada día, y el estratégico, orientado a hacer realidad nuevas soluciones y visiones adecuadas para avanzar.

Pero en la política española, las estrategias de futuro brillan generalmente por su ausencia. De hecho, tanto nuestros gobernantes como nuestros parlamentarios se han convertido en una pandilla de reaccionarios cabreados, que impiden trabajar para superar nuestra actual desigualdad y para obtener un futuro halagüeño de España.

Al PP, con el gobierno central al frente, sólo le preocupa tapar -con todo tipo de ardides, incluidos los relativos a la justicia- sus inmensas corruptelas, así como
plantear unas políticas presupuestarias orientadas a enriquecer a los que ya son poderosos o a satisfacer las exigencias europeas sobre el déficit. Mientras, deja abandonada a la mayor parte de la sociedad -no olvidemos nuestro elevado porcentaje de pobreza- y hace caso omiso a los avances tecnológicos, a las energías renovables y otros proyectos de gran calado, que modernizarían nuestro país en un periodo relativamente corto. Y lleva a la palestra esta dejadez con actuaciones sustentadas en la ira que define a los chulos y a los injustos.

Por su parte, el PSOE anda buscando desde hace ya tiempo unas esencias perdidas años ha, prospección que intenta resolver con una pelea interna y una falta de proyectos para la buena marcha de España que puede condenarlo a una caída sin paliativos, similar a las debacles socialdemócratas ya acaecidas en el resto de Europa. Una pérdida de esencias de izquierda entre los socialistas que se han ganado a pulso, con su inacción, su alejamiento de los problemas de los ciudadanos y sus posturas navajeras destinadas únicamente a alcanzar el poder interno en sus maltrechas filas.

Podemos, ni avanza ni deja avanzar. Sólo pregona, de manera harto panfletaria y cabreada, los defectos de los demás, impidiendo en muchas ocasiones que proyectos interesantes puedan ver la luz, convirtiéndose así en una de las decepciones más notorias de la política en los últimos años. Poco o nada queda ya de aquel ilusionante 15M que Podemos dice representar.

Y, por último, Ciudadanos representa otra gran frustración. Sus promesas de regeneración democrática, de luchas contra la corrupción y de modernización del país, se han quedado en agua de borrajas, abducidos como están por la ira del PP.

No hago mención a los partidos nacionalistas, porque andan encerrados en su propio juguete -que diría Juan Marsé-, preocupados de sus reinos de taifas y con las posiciones retrógadas y egoístas propias de los que sólo aspiran al establecimiento de fronteras que les protejan su riqueza o les aíslen de la justicia anticorrupción.

En filosofía, impura una vez más, estas miradas hacia atrás con ira se reflejan en los pensadores de corte tradicionalista o reaccionario que siempre han tenido sus propios planes para la aparente modernización de España, aunque sus modos de abordar las cuestiones intelectuales fueran hostiles a la democracia y al auténtico avance social. (Mi agradecimiento a Álvaro Castro Sánchez, de cuyo ensayo «Filosofía y Ciencia en el Pensamiento Reaccionario Español» he tomado hoy mis necesarias conclusiones)

Como antídoto a tanto olor a naftalina, recomiendo el visionado de la serie «Cuando ya no esté», dirigida y presentada por Iñaki Gabilondo -disponible también en YouTube-, en la se nos muestra el presente más avanzado a nivel mundial y las tendencias que definen la probable trayectoria de la humanidad. Un cúmulo de mensajes de modernidad que reflejan ese gran cambio que en España se sigue dejando de lado.

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La nueva esclavitud

En esta antigua y paradójicamente moderna Europa, creíamos absolutamente erradicada la esclavitud. Pero con el neoliberalismo, la esclavitud ha vuelto. Con una cara menos agresiva, quizá, pero ha vuelto. Y de qué manera.

Ha vuelto en forma de una desigualdad creciente y que no parece tener fin. Está aquí de nuevo con millones de europeos pobres, que tengan o no un puesto de trabajo, se ven obligados a malvivir y sin un horizonte esperanzador a la vista.

Sin ir más lejos, nosotros, los mismos españoles que en su día pretendimos boicotear a las marcas que producían en países tan paupérrimos y carentes de derechos laborales como Bangladesh, somos testigos -cuando no sufridores- de esta nueva esclavitud sustentada en la precariedad, en el aprovechamiento empresarial del exceso de parados, en unas nuevas leyes que dan cada vez más la espalda al ciudadano y en unos gobernantes exclusivamente interesados en el capital, sea cual sea el destino de los gobernados.

Y como muestra, precisamente estos días, en medio de un fuerte temporal climatológico, con temperaturas generalizadas bajo cero, sube descaradamente el precio de la electricidad, condenando aún más a las muchas personas -demasiadas- con bajos ingresos o que sufren pobreza energética, a pasar frío, enfermar e incluso morir. Y con el agravante de que el gobierno no interviene porque ya preparó las normas para beneficiar a las empresas energéticas.

Los españoles debemos ser plenamente conscientes de que la situación actual de nuestro país -esa nación que crece económicamente «más que nadie»- es peor que la muchos sufrimos antes de la transición democrática. Y para reconocerlo, no vale mirar hacia otro lado ni decir aquella terrible frase, por insolidaria, de «El que venga detrás, que arree».

En filosofía, tan impura como de costumbre, no hace falta rascar mucho para tener claro que mientras la democracia es incompatible con la esclavitud, el capitalismo no lo es, por lo que la esclavitud suele reaparecer en la misma proporción que avanzan las formas autoritarias de gobierno.

No olvidemos que en España, este país que tanto duele, casi el 30% de los ciudadanos se encuentra en riesgo de exclusión -según datos oficiales del INE-, mientras ya hace dos años que salimos oficialmente de la recesión económica. Se ha pues evidente que algo estamos haciendo mal. Por ejemplo, permitiendo que aparezcan de nuevo millones de esclavos.

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