DERECHA. Bailo hoy una Yenka de lo más internacional con el expresident de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, al que habrá que aplicar una camisa de fuerza a no mucho tardar. Sus desvaríos y vaivenes son de tal calibre que parce haber perdido el sentido. Más aún cuando con tal de tener razón ha colaborado en gran medida a que un país como Cataluña también haya perdido el norte y se haya jugado su reconocido prestigio. Esto es de locos.
Archivos Mensuales: noviembre 2017
Maestros
Hoy, Día del Maestro en España, es un buen día como otro cualquiera para recordar y reconocer a toda esa ingente cantidad de personas que han pasado por mi vida, para ayudarme a aprender, a conocer e, incluso a ser crítico, asunto este último que en tiempos de mi infancia y mi adolescencia no era un asunto común.
De maestros titulados, de esos de la escuela, sólo tengo buenos recuerdos cuando mi padre decidió cambiarme de colegio. Así, migré de los Maristas -donde no hacía carrera, me rebelé y me revelé como agnóstico a los once años, algo que supe más tarde, siendo invitado a abandonar el centro- a un centro seglar del barrio, en el que curiosamente la mayor de los profesores eran antiguos republicanos.
D. Antonio, que me pegó una hostia de campeonato el día que me pilló falsificando las notas, y que vino personalmente a mi casa a decirme que había aprobado la reválida de cuarto, un gran tipo de una rectitud y honestidad indestructibles; D. Francisco, que nos enseñó la Historia según el libro de texto, pero contándonos simultáneamente esas cosas recientes que todo el mundo intentaba ocultar, como el golpe de Estado de Franco, los intereses del Cid, mercenario de pro, y otras movidas desmitificadoras por el estilo, antes de salir huyendo a Canadá por persecución política; o el profesor de francés, López Rubio, que nos enseñaba la lengua incluyendo discos de George Brassens para nuestros ejercicios de traducción, antes de ser encarcelado por motivos políticos; incluso D. Pelegrín, cuyo castigo por suspender matemáticas consistió en hacerme ir a la facultad con él -casi todas las tardes del verano y de paquete en su Vespa- para ayudarle en los cálculos de su tesis doctoral, haciéndome manejar una calculadora mecánica, muy grande y compleja.
Grandes recuerdos y un gran agradecimiento que siempre están presentes en mi ánimo, en forma de veneración a maestros como aquellos, que no sólo me soportaron -que ya era bastante- sino que fueron capaces de reconducir mi natural curiosidad, mi agotadora energía y mi rebeldía sin causa.
Pero a lo largo de la vida, si uno está dispuesto a escuchar -por mucho que le cueste- aparecen otros maestros que siguen moldeando conocimientos, habilidades y actitudes, tanto en lo personal como en lo profesional, demostrando una vez más que no sabemos nada y que hay que seguir formándose hasta la muerte.
Así, mi profesora de psicología en la carrera de Técnico de Publicidad, que viéndome perdido -acababa de dejar la música, vuelto de Barcelona y horrorizado por el paletismo que imperaba entonces en Valencia- me pidió que le ayudara a corregir test de niños especiales, de los que ella se ocupaba en otros horarios de su jornada; o Alfredo Benavent, que mejoró sensiblemente mi formación publicitaria y al que reconozco como el gran maestro que me inculcó la pasión por esta profesión en un entorno ético y en una agencia -Publipress- en la que la izquierda estaba representada por personajes tan inolvidables como Vicent Ventura, Andreu Alfaro o Francesc Jarque que formaban parte del comité de dirección de la agencia; Al igual que Salvador Pedreño, mítico cofundador de la mejor agencia de los pasado años 80, RCP, que me dió un par de vueltas mentales y reordenó mis ideas al tiempo que las modernizaba; hasta Andrés Fernández Romero -creo que ese era su nombre- que con sus cursos de Planificación Estratégica, me dio el último empujón para convertir la comunicación en una disciplina mucho más digna, por su trascendencia en el éxito de las organizaciones, hasta el extremo de conseguir que mis clientes fueran auténticos directivos responsables de sus empresas, en vez de los habituales encargadillos de marketing de medio pelo.
Y como ya he contado en otras ocasiones, también es un buen día para recordar a mi madre, mi primera maestra, esa mujer que me enseñó a leer y a escribir -siempre con la ayuda de un periódico-, inculcándome además una pasión por leer y por escribir que todavía me acompaña, y que en tantas ocasiones he necesitado vomitar como profesor de comunicación en universidades y escuelas de negocios.
Celebremos, pues, el Día del Maestro como una efeméride de gran importancia, porque, en mayor o menor medida, los profesores y las profesoras han dejado huella en nuestras vidas y les debemos tanto que nunca seremos capaces de compensar semejante empeño.
¿Ministra de qué?
DERECHA. Bailo hoy una Yenka llena de reproches con la ministra de Igualdad -entre otras atribuciones- Dolors Montserrat, a la que se ha echado de menos tras los crímenes de violencia machista cometidos en días recientes. ¿Donde está la ministra? ¿A qué se dedica? ¿Que significa lo de «Igualdad» en su cartera?
Conmoción
Los recientes crímenes machistas habidos en Elda y en Alzira, una mujer tiroteada delante de su hijo en la puerta del colegio y una niña degollada como venganza contra la madre, respectivamente, nos han llevado a unos niveles máximos de conmoción y, lo que es peor, al descreimiento de las medidas actuales contra la violencia de género practicada por los hombres más desalmados.
Y es que hemos llegado a una situación ya crítica, ante una violencia machista que no solamente no decrece, sino que campa a sus anchas cada vez en mayor medida y con más furia.
No es de extrañar, pues, la estupefacción que se nota estos días, tanto en la ciudadanía, como en los políticos, policías, fiscales, jueces, periodistas o servidores sociales, que no dan crédito a que sus esfuerzos resulten baldíos, a pesar de las leyes, las especialidades profesionales o los medios -más bien escasos- destinados a la lucha contra semejante lacra social.
Resulta pues evidente que todas las medidas puestas en práctica hasta ahora están resultando bastante inútiles, al mismo nivel que se echa en falta una mayor «presión en toda la cancha» por parte de la sociedad y, fundamentalmente, de un gobierno que anda distraído con el asunto de Cataluña, mientras el país se desmorona entre crímenes de género, incremento de las desigualdades, bajada del salario medio, subida de los suministros y otros asuntos que nos están llevando a la ruina moral y económica.
Mientras tanto, resulta paradójico que encontremos más esfuerzo social en los activistas que en las fuerzas de seguridad o algunos jueces, quienes con sus tantas veces discrepantes medidas cautelares nos llevan al sonrojo, como en el caso de Elda, donde el asesino salió del juzgado y mató a tiros a su mujer, estando citado para el día siguiente.
Cierto es que a través de la educación de los niños -todavía por reformar de una manera crítica y social- y la concienciación de la sociedad, se podría avanzar en la prevención de la violencia machista, aunque sería a muy largo plazo. No hay más que observar el actual comportamiento violento de tantos adolescentes y jóvenes contra sus parejas, para comprender que la tarea que nos queda por delante va a ser ardua y lenta. Exasperadamente lenta.
Cegados por el odio
Escribo este post tan en caliente como la juez Lamela cuando ha dictado orden de prisión incondicional para los ex consellers del Govern de Catalunya que sí se han presentado ante ella, esta mañana a primera hora.
Una orden que traerá aún más odio entre bandos y que no hace sino echar más leña a la llama del independentismo.
Todo ello, a diferencia del comportamiento del magistrado del Tribunal Supremo, que siendo consciente de la premura conque fue comunicada a los investigados -ayer por la mañana y sin cumplir las 24 horas de rigor-, no ha tenido inconveniente en aplazar la comparecencia de los imputados cuyo comportamiento legal le corresponden instruir, con el fin de que los correspondientes abogados defensores puedan preparar sus estrategias y razones.
Así, a partir de esa querella claramente ful, cuyo título «Más dura será la caída» ca usavergüenza a los que defendemos la ley y el Estado de Derecho, queda una vez más demostrado que los o las jueces politizados se comportan en consonancia con el gobierno del PP, cuyo mal uso del poder, su escasa inteligencia política, su carencia de la más mínima noción de la psicología de masas o la cerrazón con la que el odio esté cegando su proceder, nos van a llevar a tiempos aún peores. De igual manera que la jueza se ha pasado por el forro de la toga las cuestiones hunanitarias que pudieran acaecer a los ahora encarcelados, pues ni siquiera se ha interesado por conocer las circunstancias familiares, personas a cargo u otras necesidades que ahora quedarán al pairo con la urgente entrada en prisión de los instruidos.
Hoy, hemos encontrado una vez más la paradoja de que la Ley no es interpretada de igual manera por la judicatura. Ni siquiera en asuntos tan delicados como el que estos días nos ocupa, tras la declaración de independencia en Cataluña: el comportamiento profesional y sensato de la magistratura del Supremo o la violencia legalista de una juez de la Audiencia Nacional, que ya hace años debió ser cerrada, aunque sólo fuera porque es herencia del represor y franquista Tribunal de Orden Público.
Se me dirá que la huida a Bruselas de Puigdemont y algunos de los suyos, se cargaba de un plumazo la posibilidad de que la juez Lamela no dictara medidas preventivas de tanto calibre ante el un demostrado riesgo de fuga. Pero eso será olvidando que la ley no puede aplicar medida alguna sobre un sujeto por el comportamiento de otro. Queda así la orden de búsqueda y captura de Puigdemont y los ex consellers que andan por ahí con él, como la única medida razonable que hoy ha dictado la jueza instructora que conoce del caso, por incumplir el requerimiento judicial de presentarse en la Audiencia.
Todo esto es razón -que no la hay- para hoy y más odio para mañana. Más independentistas producidos por la fábrica de Rajoy. Más motivos para que las próximas elecciones del 21D puedan suponer una nueva derrota, quizás más abultada, de los partidos constitucionalistas. A no ser que a D. Mariano le importe una higa, mientras él y su partido anden calientes. Y es que esto lo vamos a pagar, una vez más, los de siempre. O sea, la mayoría de los españoles.