LA YENKA

El dinero siempre tiene miedo

DERECHA. Me toca hoy bailar una Yenka, rodeado de billetes, bitcoins, acciones y otros dineros, con todos esos miedosos que prefieren una estabilidad política de vergüenza a una nueva etapa más limpia y transparente. Es bien sabido que el dinero hace sentir pavor a sus dueños ante cualquier amenaza de riesgo, por falsa que esta resulte ¿O es que los españoles ricos no ganaron dinero con gobiernos de izquierda?

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¿Queremos más Rajoy o no?

La moción de censura presentada por el PSOE para descabalgar a Mariano Rajoy del gobierno, es el gran objetivo en el que todos los ciudadanos sensatos y nuestros representantes políticos nos deberíamos centrar. Es lo único importante. Y más ahora en el que ya se dispone de condenas contra la corrupción del PP más que suficientes.

De hecho, expulsar a Rajoy y a su partido del gobierno es un acto en el que todas las corrientes políticas de la oposición deberían estar de acuerdo. No caben, en este momento, otras circunstancias, negociaciones partidistas ni intercambio de prebendas.

No resulta creíble la amenaza de Rajoy, cuando vaticina el caos social y económico si triunfa la moción de censura. De hecho, resulta bastante difícil que España se pueda encontrar en peores circunstancias que las actuales, con tanta corrupción, desigualdad, precariedad en el empleo, estafa a los pensionistas, pérdida de derechos, justicia politizada, ausencia en los medios de poder europeos y muchos otros aspectos que definen el paso del PP y su gobierno por el poder.

A Ciudadanos se le debe pedir un poco de paciencia, ya que es prácticamente seguro que ganarán las próximas elecciones. Y no les debería preocupar que el interín de un breve gobierno socialista se dedique a limpiar la casa de todos antes de que sea ocupada por nuevos inquilinos. A no ser, claro está, que al partido naranja no le interese esa limpieza, dadas sus probables relaciones con ese poder económico que ha tomado a los españoles como rehenes.

Tampoco debería el PNV negarse a esta moción de censura, una vez ya conseguidas sus periódicas nuevas prebendas. Tanto al Partido Nacionalista Vasco como a los independentistas catalanes, les conviene que se abra un nuevo espacio de diálogo que acabe, al menos por unos años, con tanta incertidumbre y tanto desastre territorial.

Sirva, pues, esta moción de censura para abrir paso a un acto de limpieza y regeneración política. Y, después, con el país más sosegado y creíble en lo político, que vengan nuevas elecciones generales y allá cada uno con su voto.

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Mando a distancia

ATRÁS. No sé si irme a Berlín -ciudad que adoro- a bailarme una Yenka con Carles Puigdemont, para que me enseñe ese mando a distancia que pretende utilizar para gobernar Cataluña desde su forzado refugio alemán. Con sus «clics» pretende que el más inteligente, culto, fanático y terrorífico pseudopresidente que el Parlament ha nombrado, ponga en marcha la locura independentista, caiga quien caiga, ciudadanos catalanes incluidos. Una locura bicéfala, xenófoba e injusta, que castiga a quienes ayudaron a desarrollar su región hasta hacerla rica y que ahora les insulta y les discrimina.

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¡Le he dado, le he dado!

Itay, recién llegado al elitista grupo de francotiradores del ejército israelí, no cabía en sí de emoción. Con su certero disparo había derribado a un niño palestino. Había cometido su primer asesinato.

Además, su mortífero disparo se había producido en un día muy especial para su pueblo. Se celebraban 70 años de la creación del Estado de Israel, con la bendición del todopoderoso amigo americano, un enloquecido e incendiario Donald Trump, cuya hija Ivanka inauguraba oficialmente la nueva embajada de EE.UU. en Jerusalén, la ciudad más disputada del mundo, un polvorín religioso y étnico en el que cualquier movimiento extraño significa de inmediato días o semanas de disturbios. Y muertos, más muertos.

Itay, prácticamente un crío de apenas 20 años, no había conocido más ideología que la del Likud, un partido de extrema derecha habitualmente coaligado a las organizaciones políticas más extremistas de su país. Una ideología compartida por sus padres, colonos desplazados a Nablus -al norte de las tierras palestinas de Cisjordania- para instalar allí su ilegal asentamiento agrícola bajo el amparo del gobierno israelí. Una familia que, como muchas otras, disparaba sin remordimiento alguno a todo palestino que se acercara, con una mezcla de impunidad y miedo, emociones bastardas compartidas por gran cantidad de sus paisanos. Quizá consecuencia de la maldad producida por quienes abusan del poder genocida.

Con toda seguridad, el gobierno que envió a sus asesinos a la frontera con Gaza, también sabía que sus celebraciones iban a ser contrarrestadas por los palestinos, que también conmemoraban su Nakba, la expulsión de sus tierras y el comienzo de un encarcelamiento en guetos que iban a suponer -como así ha sido- su pobreza extrema y su paulatina desaparición como pueblo con tierra.

Pero a pesar de que el gobierno israelí era conocedor de todos estos hechos y evocaciones, no dispuso un aparato represivo antidisturbios como el que se pone en marcha en cualquier país ¿civilizado? ante una manifestación hostil.

¿Para qué enviar a sus policías y soldados a batirse el cobre a porrazos, contra otros seres a los que se les niega la humanidad de la manera más xenófoba? En Israel están acostumbrados a supremacías de todo tipo, y la bélica es una de ellas. Siempre han considerado liarse a tiros o a bombardeos contra todo aquel que no tiene capacidad de respuesta proporcionada. Y entre los que disparaban en esta ocasión se encontraba Itay.

Armado con el más moderno fusil norteamericano, con todo el equipamiento para disparar certeramente a larga distancia, Itay llevaba en su cargador balas de fósforo blanco, material prohibido por el destrozo y quemaduras que ejerce en los cuerpos de las personas que son alcanzadas por estos inhumanos proyectiles.

Y así, al igual que Itay, muchos otros francotiradores del ejército israelí asesinaron ayer a más de 50 palestinos inocentes y dejaron heridos a miles de ellos, muchos de los cuales perderán seguramente la vida en los pobres y desabastecidos hospitales de Gaza.

Mientras, en la nueva embajada norteamericana corría el champán y Netanyahu e Ivanka sonreían, como celebrando sus crímenes de lesa humanidad. Maldita sea su estampa.

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LA YENKA

Bonito, todo me parece bonito

DERECHA. Me bailo hoy una Yenka «raphaelina» con el romántico y cegato presidente del gobierno Mariano Rajoy, que para salir del paso a preguntas de periodistas que no son de su agrado, manifiesta que todo le parece bonito, hasta el extremo de no recordar asunto alguno que no lo sea. Este tipo no evacua bien.

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Mirando hacia atrás con ETA

Para leer y comprender este artículo -no pido a nadie que lo comparta- conviene ser viejo, por eso de la memoria y el testimonio, aunque los estudiosos de nuestra historia reciente, sobre todo aquellos que tienen una mentalidad abierta y razonable, podrán leerlo sin necesidad de vomitar.

Para muchos de los que a final del franquismo éramos jóvenes, ETA era percibida como el brazo armado contra la dictadura. Era el consuelo -y la venganza- de los que creíamos que la sangre provocada por el fascismo debía ser pagada también con sangre.

Así, algunos asesinatos cometidos por aquella ETA incipiente fueron festejados por muchos sin ningún rubor. Incluso el vuelo a los cielos del ultraderechista y católico extremista Carrero Blanco, fue asumido -se atribuye sin que nadie lo haya negado hasta la fecha- por el propio ministro del desarrollo y opusiano de pro, López Rodó, con aquella demoledora frase de «ETA ha prestado un gran servicio al país».

Como en tantas otras ocasiones de los frecuentes magnicidos en la historia de España, sigue sin aclararse quienes colaboraron al asesinato del almirante, aparte de los ejecutores. Se habla de la CIA, como se podría mentar a cualquier otra organización interesada en que se produjeran grandes y rentables cambios en la política española.

Quemo etapas para no extenderme demasiado y, en una elipsis literaria, llego a la Transición Democrática, momento en el que ETA se dividió entre los que siguieron luchando contra el franquismo y los que empezaron a asesinar y extorsionar sin ton ni son: ETA político-militar -«polimilis»- y ETA militar, la que hoy ha decidido «disolverse» cual azucarillo en un caldo de obsolescencia.

Aquella ETA, la político-militar, al igual que el resto de terroristas de ETA, GRAPO u otros criminales o presos políticos y comunes varios, fueron amnistiados como medida previa a una nueva Constitución democrática que, no lo olvidemos, no fue aprobada en el País Vasco, durante un referéndum nacional que acabó sancionándola como válida por una gran mayoría de los españoles, fueran conscientes estos o no de lo que estaban votando.

Quizá, los que pedíamos sangre a aquellos militantes de ETA, nos quedamos con un palmo de narices cuando los asesinos de Atocha o el sádico torturador «Billy el Niño» salieron de rositas tras sus horrendos crímenes, aunque aquí nos pudo más la esperanza en una democracia en paz que el ansia de venganza.

Pero a partir de la separación de los «polimilis» -rápidamente absorbidos por las reglas del juego democrático- y de los «militares», todo cambió en nuestra percepción de lo que considerábamos justo, fuera cual fuera la extracción social, política o profesional de las víctimas. Renació nuestra cordura y se acabó la justificación de tanta barbarie, familias desechas, heridos graves, y muertos, demasiados muertos que no venían a cuento.

Hoy, junto a la alegría descafeinada -por sabida- del fin de ETA, conviene recordar el lamentable papel del algunos históricos del PNV, Arzallus al frente, que utilizaron subrepticiamente a la banda terrorista como elemento de negociación, bajo amenaza, para conseguir objetivos políticos y económicos. Como también interesa recordar a todo el apoyo rural, y relativamente urbanita, de muchos ciudadanos vascos que con sus curas al frente, nunca recriminados por la archidiócesis vasca, apoyaron y dieron cobijo a una ETA asesina sin más.

También cabe el recuerdo a una Francia que se llamó andana hasta que ETA asesinó a su propia gente, lo que junto a nuestra entrada en la UE significó que nuestro vecino del norte se volcara en colaborar en la lucha con nuestras fuerzas del orden.

Y no seré yo quien olvide que el Estado español se puso a la altura de los asesinos de ETA con aquella milicia del GAL, chapuceros vengadores que nos traen a la memoria la habilidad de Alemania para «suicidar» a los integrantes de la «Baader Meinhoof» sin que la sociedad teutona pusiera objeción alguna.

Así que hasta hoy ha llegado la trayectoria histórica y lamentable de una panda de asesinos sin causa, que se inventaron un conflicto inexistente, con el apoyo de los gobernantes de su tierra, y que se empeñan en no reconocer que todas sus víctimas y familiares deben tener la misma consideración, que yo reconozco, salvo alguna cosa de otros tiempos.

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