Asisto pasmado a las desagradables situaciones acaecidas en el 20º aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA. Y digo pasmado porque el uso y abuso político que ha hecho el PP de tal conmemoración, resulta tan falaz como insultante, en un país con más de mil muertos a manos del terrorismo y muchísimos más que aún esperan un entierro digno desde cunetas y fosas comunes.
Si ya resulta sardónico que un partido político use la memoria de un muerto como arma arrojadiza contra los que no distinguen colores políticos entre las víctimas del terrorismo, más vergonzoso resulta aún que sean los mismos que en su día negaron el pan y la sal a las del terrorífico 11-M.
Y, de manera impresentable, los conservadores del PP han pretendido imponer a su muerto más tristemente célebre al resto de partidos y organizaciones políticas, llegando a insultar gravemente a quienes se negaron a seguirles la corriente, bajo la muy defendible razón de que todas las víctimas del terrorismo son iguales y merecen equitativamente el respeto de todos.
Los abucheos a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, por defender esta igualdad y negarse a destacar a uno sobre los demás -por muy simbólico de la rebelión popular contra ETA que resulte-, resultan inadmisibles desde el punto de vista político e inhumanamente groseros contra quien como Manuela vivió de cerca el asesinato de los abogados de Atocha, llevados a cabo por ultraderechistas tan desalmados como los que ayer insultaban a quien no compartiera el muerto de la derecha, olvidando con tamaña ignominia que los muertos del terrorismo son de todos.
En filosofía, tan impura como siempre me resulta, se trata claramente el uso político de los muertos, que están desarmados, solos, que no tienen voz, que su opinión no importa porque, sencillamente, no pueden emitirla. Que no pueden negar las infamias, ni los inventos, ni los usos desvergonzados que se hacen de ellos. (Mi agradecimiento al autor José Pablo Feinmann, que tan claramente trata este asunto en el digital Página 12, y de cuyo escrito he extraído mis necesarias notas de hoy)
Señores del PP: dejen en paz a los muertos, o désenla si aún no la tienen. Abandonen de una vez el insulto del Valle de los Caídos, y apoyen sin excusas a quien sólo reclama dignidad para sus antepasados asesinados por el franquismo. Respeten a los muertos. A todos.
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