Los últimos días han sido, sin duda alguna, terroríficos. La última oleada de violencia machista ha superado los límites por razones que a muchos nos parecen inadmisibles.
Los últimos cuatro crímenes contra mujeres, ocurridos en apenas unas horas, en Granada, Bilbao y Castellón, han causado una auténtica alarma social por motivos que exceden la ya larga trayectoria de esta execrable lacra en España.
Una de las mujeres fue asesinada en presencia de su hijo, mientras otro hombre se ensañó a puñaladas contra sus dos hijas pequeñas hasta matarlas, con el fin de provocar el sufrimiento de la madre, de la que estaba en proceso de divorcio.
Así, al ya violento hecho de provocar la muerte de un ser humano, se añade un nivel de crueldad que requiere toda la atención de la ciudadanía, la política, la Justicia, las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación. Es evidente que así no podemos seguir.
Se hace pues incompresible que dos de las mujeres -una asesinada y la otra madre de las niñas acuchilladas- hubieran acudido a los jueces para denunciar las constantes agresiones producidas por sus parejas, sin resultado alguno en cuanto a su protección, careciendo de medida alguna enfocada a intentar salvar sus vidas.
No es el momento de justificar las razones que impidieron a estos jueces prestar el necesario amparo a las citadas víctimas, porque los terribles hechos acaecidos superan en mucho cualquier motivo legal o juicio de valor esgrimido para negar a ests mujeres el pan y la sal que tanto necesitaban. Los hechos son tozudos, sí, y la sociedad -en su desconocimiento legal pero con su sabiduría para distinguir lo que entre el bien y el mal- ha quedado estupefacta ante lo que se podría considerar como una inacción judicial con resultados de asesinatos.
Una razón más que suficiente para que el poder judicial, con sus cargos más representativos al frente, saliera a la palestra para, como mínimo, dar explicaciones, solidarizarse con las familias afectadas y expresar su opinión profesional sobre como atajar de una vez tan terrible oleada de crímenes de violencia de género.
También se hace urgentemente necesario que entre las medidas contra la violencia machista, contempladas en el reciente aunque inútil por ahora Pacto de Estado y en el Código Penal, se incluya la indispensable protección de los hijos e hijas menores, antes de que pierdan la vida por la psicópata venganza de sus asesinos, o se vean obligados a ser testigos de esas escenas terroríficas y cruentas que van a marcar el resto de sus vidas
Y qué decir de los medios de comunicación. Porque no basta con dar las noticias de los asesinatos machistas y terminarlas con la obligada retahíla del 016. Se echa de menos mucha más presencia de la violencia machista en los medios, sea en forma de reportajes, artículos de opinión, tertulias, programas especiales u otras modalidades. Asuntos con una infinitamente menor importancia llenan los medios, con una superficialidad y una dedicación que resultan insultos a la inteligencia y un injustificable agravio comparativo ante una cantidad de víctimas, que desde la existencia de datos, supera ya a las producidas por ETA.
Termino expresando mi profundo dolor, tanto por ver que en mi país se asesinan mujeres con tanta frecuencia, como por sentirme solidariamente escandalizado ante la falta de medidas suficientes que acaben con tanto terror, con tanta muerte.
Reblogueó esto en Meneandoneuronas – Brainstorm.
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