Bien pronto se ha encontrado Pedro Sánchez con las limitaciones políticas y presupuestarias, que impiden a su gobierno cumplir el escueto programa declamado por el actual presidente el día de su investidura.
Limitaciones que, posiblemente, se unen a una voluntad política equívoca que está acabando muy rápidamente con la ilusión y la paciencia de los ciudadanos de izquierda de este país.
Por ejemplo, llama la atención que no se haya derogado ya -al menos en parte- la llamada Ley Mordaza, lo que habría resultado un golpe de efecto de gran calado por devolver al pueblo los derechos perdidos con el gobierno del PP. Facilitar de inmediato asuntos tan candentes como la libertad de expresión, habría sido una excelente manera de iniciar esta etapa de gobierno.
Prefirió Pedro Sánchez apostar por una Europa dividida y tendente a la derecha más reaccionaria, con la que seguramente topará y se verá obligado a rebajar sus intenciones en los asuntos de inmigración, cayendo así en la trampa de un fracaso anunciado.
También se está tardando en exceso en readaptar el Código Penal a la visión más actual y justa que tienen las mujeres sobre la violación, decisión sobre la que las ministras han acabado haciendo mutis por el foro, sin más explicaciones ni la necesaria actitud pedagógica y comunicativa que se espera de un gobierno moderno.
Y qué decir de la esperada revisión de los criterios de la financiación autonómica, sobre la que apenas unos días después de tomar posesión de la presidencia, se tuvo que reconocer que no sería posible durante esta corta legislatura, dejando con un palmo de narices a las comunidades autónomas actualmente infrafinanciadas.
Otros asuntos de especial urgencia, como la aprobación de los presupuestos o el cambio necesario en la cúpula de RTVE, tendrán que esperar razonablemente a los trámites parlamentarios oportunos. Veremos, una vez haya vía libre, qué decisiones toma el nuevo gobierno cuando disponga de más medios en sus manos.
Aunque, visto lo visto, Sánchez se está revelando como un mandatario que aún no parece tener claro la relación entre querer y poder.
Y como siempre, los ciudadanos españoles son los últimos en percibir de manera tangible que el cambio parecía haber llegado a España.
Se podrá decir que protestar ya contra el gobierno de Pedro Sánchez es una muestra de impaciencia y de falta de confianza. Pero es que los famosos cien días de crédito que se da a todo nuevo gobierno se van a cumplir en verano, con el país paralizado y las Cortes de vacaciones.
Así que, lamentablemente, el globo se está deshinchando. Una pena.
No te parece que vas demasiado deprisa pidiendo resultados? Creo que están yendo a velocidad de crucero y haciendo las cosas muy bien. Quizás te estás adelantano un pelin no? Y si esperas a los 100 días de rigor? Pareciera más un artículo de Cospedal o Hernando que tuyo.
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Hola Ángeles. Creo que en mi artículo respondo con claridad a tu pregunta sobre por qué no espero a los «100 días de rigor». Asuntos como el pasteleo de la presidencia de RTVE o que no se haya resuelto ya el asunto de las pensiones, me inducen a exigir al nuevo gobierno a resolver lo realmente urgente, priorizando las necesidades de los ciudadanos sobre cualquier otra situación. Cuando acaben las manifestaciones de los pensionistas, entre los que me incluyo, o se resuelvan los incrementos salariales de los funcionarios, igual me la envaino con este artículo. Depende de cuando. Muchas gracias por leerme y por tu comentario.
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