LO QUE HAY

Por desear que no quede

Nos acercamos a un nuevo año y partimos de este que acaba y es para olvidar. Razón más que suficiente para, aún manteniéndome en mi natural ingenuidad, atiborrarme de buenos deseos en la confianza de que alguno se cumpla.

Creo que es de justicia que mi primer deseo vaya destinado a los que sufren, sean mujeres que soportan violencia de género, conciudadanos que viven en la miseria y no pueden ni calentarse, trabajadores que no salen de pobres con su escaso salario, enfermos dependientes y sus sacrificados cuidadores, a la vez que toda aquella persona que padece por sí misma o a causa de las malas prácticas de otros. Para todos ellos y ellas, mi anhelo de que su vida mejore sensiblemente.

Para que este primer deseo se haga realidad, hará falta que manifieste otro sin el cual nada será posible: que la justicia social, esa que depende de los gobernantes, de los jerarcas económicos y mediáticos, del poder judicial y de tantos otros que tienen en sus manos la vida de los demás, cambie lo suficiente para que la desigualdad vaya desapareciendo. Y si no cambia, que los ciudadanos nos armemos de valor y montemos un sindios que haga temblar los falsos cimientos de este fallido país, infectado de aluminosis mental.

Y entre mis deseos para el próximo año, no puede faltar que lo de Cataluña se arrege lo suficiente para que todos, ellos y nosotros, todos juntos, recuperemos una convivencia que ha entrado en la crisis más profunda que recordamos desde que recuperamos la democracia. Una locura sin fin que nos recuerda que además de dos Españas existen dos Cataluñas.

Aunque conforme voy avanzando en mi lista de deseos, tengo la impresión de me voy adentrando en el terreno de lo imposible. Porque desear que acabe de una vez el neoliberalisno político y económico -lo que viene a ser lo mismo- que tantas desgracias está trayendo al ser humano por todo el mundo, reconozco que es rayar en lo utópico. Pero qué sería de nosotros si no tuviéramos utopías a las que aferrarnos en tantos momentos de desesperación.

Un neoliberalismo al que se le pueden achacar males tan graves como el negacionismo creciente, en todos los ámbitos relevantes de la civilización, o una decadencia del pensamiento ciudadano que puede fácilmente llevarnos al fracaso colectivo. Que acabe pues cuando antes.

Grosso modo creo haberlo deseado todo, al menos lo más importante, aunque me falta esa aspiración que no puede faltar por estas fechas. Paz y amor para familiares, amigos y amigas -físicos o virtuales- y, por supuesto, a toda aquella persona que me hace el honor de leerme.

Feliz año nuevo pues, que buena falta nos hace. Nos vemos en Enero.

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