FILOSOFÍA IMPURA

Poder, dinero y pobreza

Traigo de nuevo el poder a esta serie de Filosofía Impura que escribo los jueves, motivado por la consolidación del neoliberalismo más salvaje que se prevé con la elección de Donald Trump.

Un neoliberalismo basado en el dominio absoluto del capital, con escasas normas de control, sobre la vida de los ciudadanos.

Así, desde lobos que parecían lobos -como Reagan- a lobos con piel de cordero -como Obama-, han cuidado de los más adinerados en detrimento de los más desfavorecidos. Una situación que se extiende rápidamente por Occidente, devaluando salarios a mansalva con la excusa de la competitividad, cuando en realidad están explotando un paro cada vez más frecuente e irreversible.

Con la explosiva mezcla de poder y dinero, se apoya decididamente una tecnología imparable que, en realidad, favorece muy escasamente a la ciudadanía, hechas sólo algunas salvedades como los avances en salud u otros de carácter social.

A pesar de parecer reaccionario, que no lo soy, me temo que la mayor parte de la investigación tecnológica está destinada a sustituir las funciones y la participación del ser humano en los medios de producción, en favor de máquinas y sistemas informatizados -cada vez más eficientes- que suplen su labor con creces. Se genera así más dinero, por ende más poder y, lamentablemente, más paro.

Yo mismo he sido testigo -en mi anterior y dilatada profesión- de cómo la modernización de las plantas de producción, se llevaba a cabo a través de la mecanización fabril y de la reducción de las plantillas. Parecerá una perogrullada comentarlo, pero es la clave de la situación actual de desigualdad social.

Se ha convertido así el puesto de trabajo en un bien cada vez menos disponible, por el que los potenciales trabajadores se ven obligados a luchar, cediendo en salario y derechos. Es la visión más injusta de la ley de la oferta y la demanda, pero situada ahora en la peor de sus aplicaciones.

Esta situación, creciente, imparable e insostenible, está consiguiendo que los más poderosos incrementen aún más su dominio de la situación económica y, en consecuencia, de la política. Aunque decaiga el bienestar tan esforzadamente alcanzado, aunque la prosperidad esté sólo destinada a unos pocos. Aunque los gobiernos no hagan absolutamente nada por equilibrar la sociedad, porque ni les va ni les viene, dominados como están por el cada vez más concentrado poder del dinero.

Y llegamos así a la pobreza generalizada, con porcentajes de excluidos sociales o en riesgo de serlo que no paran de crecer. Una situación que la derecha desprecia y que la izquierda es incapaz de gestionar, porque está por principio alejada de la dureza del capital pero, simultáneamente, no tiene herramientas para luchar contra tanta injusticia.

De hecho, la filosofía, por muy impura que parezca, lleva siglos ocupándose del estudio de esta imparable situación humana. Estudios que han aparecido mayoritariamente en paralelo a cada revolución industrial e intentando oponerse con otros tipos de revoluciones que hasta ahora no han producido el éxito esperado. Así, ya el poeta Alceo de Mitilene -Grecia, 630 aC-580 aC- nos describía el desprecio de las clases altas y medias por el vulgo y la plebe. Al igual que señalaba el poder del dinero como la causa del mal terrible e insoportable que es la pobreza, «capaz de domeñar a un gran pueblo, con su hermana Indigencia» (Mi agradecimiento al breve ensayo ‘Filosofía y Fenomenología del Poder, del profesor Francisco Piñón Gaytán, del que he tomado hoy las notas necesarias).

Queda claro pues que ante el crecimiento del poder y el dinero, con sus instrumentos de tortura social, la ciudadanía de a pié apenas ha tenido alguna que otra oportunidad de rebelarse, con actuaciones -a menudo históricas- cuyos beneficiosos resultados se han ido diluyendo en la nada con el paso del tiempo. ¿Cuál será pues el próximo gran movimiento de los desfavorecidos para salir de la miseria? ¿O el movimiento será realizado por los poderosos para deshacerse de tanta boca que mantener? Veremos. Sólo es cuestión de esperar. O de actuar.

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