El anuncio gubernamental de que se va a proceder a la exhumación del cadáver del dictador Franco ha caído como «dinamita pa los pollos», o para los defensores de la gallina -no precisamente la que da buen caldo-, dando paso a un aquelarre de donde dije digo, digo Diego, que los directivos del PP y de Ciudadanos deberían hacerse mirar.
De hecho, cuando se haya firmado el decreto ley y este pase por el Congreso, muchísimos españoles asistiremos atónitos a cómo, bajo espúreas excusas, los dos grandes partidos de la derecha española se van a posicionar en lo indefendible, con argumentos que van a sonrojar a más de uno o una de los conservadores, teniendo que asumir que van a posar en una foto vergonzosa que quedará para la historia: el momento en que defendieron al más genocida sátrapa que ha conocido nuestro país en la era contemporánea.
Quedarán, además, fotografiados como esos retrógados que siempre han estado ahí, poniendo obstáculos al progreso de España y convirtiendo la imagen de nuestro país en la de un Estado incapaz de asumir, con valentía, que los gobernantes asesinos no tienen cabida en una Europa renacida y moderna. Esa Europa que sí desterró unánimemente al ostracismo a personajes tan oscuros y criminales como Hitler, Mussolini, Ceaucescu, Honecker y otros tantos.
Ejemplos europeos que nos recuerdan que hacer basura con los dictadores no es de derechas ni de izquierdas, sino un simple bien hacer que refleja la condena a todo aquel que cometió crímenes de lesa humanidad.
Pero aquí no parece posible un consenso suficiente para que se postergue de una vez al dictador y se le niegue toda clase de prebendas, glorias y boato. Este raro país supera con creces las consecuencias del síndrome de Estocolmo, grave enfermedad mental propia de los que creyeron en que la paz forzada a base de fusilamientos y la siempre atrasada prosperidad que aún nos mantiene en desigualdad, fueron hechos positivos debidos al liderazgo del Generalísimo.
Parece ser, pues, que aún quedan demasiados agradecidos que se hicieron ricos a costa de las penurias de los demás, al igual que una gran cantidad de desalmados que prefieren a un exterminador antes que a un demócrata.
Fotografiados van a quedar los partidos de la derecha nacional. Y sus posteriores votantes, conscientes o no de la mancha que caerá sobre ellos para siempre.