LO QUE HAY

¡Máxim, grrrr guau!

Según la denuncia del defraudador y exministro Máxim Huerta, expresada durante su discurso de forzosa dimisión, debo ser un perro. Porque reconozco que pertenezco a esa mezcolanza canina que ayer pidió su dimisión y a la que el susodicho llamó jauría.

Debe recordar este defraudador -por mucho que se sienta ofendido- que ha costado mucho esfuerzo echar al corrupto PP del gobierno. Como tampoco deber haber sido fácil para Pedro Sánchez tirar para adelante con su exigua minoría parlamentaria y formar un gobierno que seguramente es el de más calidad humana, técnica y política desde la transición democrática.

Impresentable resulta, pues, que Huerta ocultara al presidente del gobierno sus desmadres con Hacienda, poniendo en peligro su credibilidad y la de su equipo de ministras y ministros.

Ignoro qué pensaba el ya defenestrado al intentar que sus anteriores fraudes fiscales pasaran desapercibidos, lo que hace suponer que ni siquiera como periodista tiene las suficientes luces, necesarias para ser consciente de que los de la prensa lo husmean todo y cuando cogen bocado no lo sueltan. Quizá por eso les vino a llamar perros sin incluirse entre ellos.

Hay que tener la cara muy dura para montarse una sociedad unipersonal, con tal de evadir impuestos, y apuntar en su contabilidad una vivienda en la playa, así como enseres domésticos de la misma.

Pero, sobre todo, me parece indignante que intente pasarse de listo y acepte un ministerio teniendo encima semejante losa. Lo que me hace recordar -como tantas otras veces- que también este ya expolitiquillo es tonto o un sinvergüenza. Y de estos, de ambas clases, ya hemos tenido bastantes.

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