Cuando por fin el feminismo está llegando al máximo nivel de notoriedad de su historia, algunas mujeres, demasiadas, se echan atrás ante lo que puede llegar a ser la anunciada huelga del próximo día ocho.
Mujeres, la mayoría de ellas en buena posición social, política o económica, que en el fondo parecen temer que las prebendas que deben al machismo -del que sin duda son cómplices- se tornen agua que se escapa entre los dedos, a causa de que la sociedad alcance uno de sus grandes objetivos pendientes: la igualdad entre sexos.
Traidoras a la natural sororidad -esa solidaridad y concordia entre mujeres, que hace del feminismo un justificado grito transversal que afecta a la mitad de la población- por impura protección de las prebendas que han alcanzado y que las vuelve egoístas, malas compañeras de viaje.
Señoronas, aunque aún sean jóvenes, que ocupan parcelas de poder a las que se aferran con ansia y desespero, ante la amenaza de que la deseable revolución feminista se las lleve por delante.
Conservadoras de pro, al menos entre los suyos, que prefieren obedecer las consignas de sus derechistas jefes -esos que confunden el feminismo con una amenaza con significación política- antes que ayudar a destruir esos techos que generan indecentes brechas salariales, profesionales y sociales.
Esquirolas, que conscientes de su desvergüenza, se atreven a recomendar que el próximo Día de la Mujer se conmemore trabajando aún más, olvidando que a lo largo de la Historia las féminas han sido y siguen siendo esclavas de una ingente e insoportable cantidad de tareas.
También obreras y autónomas, con escasos recursos, que por motivos que rayarían en lo esquizoide, mantienen posturas conservadoras cuando, en realidad, mantener su miseria no tiene futuro ni premio.
Y por desgracia, mujeres temerosas de dios o de los hombres, plegadas al machismo amenazante y violento, a las que produce pavor cualquier movimiento que pueda costarles una bronca, una paliza o, incluso, la vida.
Así que no queda otra que animar a todas las mujeres a que acudan a la huelga de este jueves 8, a defender lo que les es propio por naturaleza y justicia, a demostrar sus potencias y sus irreemplazables roles sociales. A dejar bien claro, que si no contamos con ellas en la medida justa, pueden paralizar el mundo.