LO QUE HAY

Treinta y tantos

Traigo a colación el título de una antigua serie de TV, que describía a la perfección el estilo de vida de los urbanitas de mediana edad, siempre jóvenes en su intención y con unas elevadas dosis de pragmatismo. Y es que esos, los de treinta y tantos, son los que deciden los resultados electorales en países suficientemente desarrollados como España.

Estos urbanitas suelen tener estudios superiores, puestos de trabajo suficientemente bien remunerados y ejercen profesiones -en muchos casos de las llamadas liberales- que permiten relaciones humanas con sus similares, por lo que el bloque acaba por tener cada vez más aspectos en común, resultando más homogéneo.

Una manera práctica para reconocerlos podría consistir en percatarnos de los perfiles de los y las modelos de las campañas publicitarias de El Corte Inglés, gente guapa, desenfadada, que se cuida, que viste de manera moderna y que gasta buena parte de sus ingresos en consumo, viajes y otros autopremios. Observémoslos en contraposición a los modelos de Lidl, esos que buscaron hace poco unas navidades imperfectas y de bajo coste.

Un exdirector nacional de la planta jóven de El Corte Inglés, los llamaba «añeros», afirmando además que conformaban el auténtico núcleo de los clientes de ese estilo de vestir.

En definitiva, me estoy refiriendo a aproximadamente un millón de urbanitas, relativamente modernos, con elevada formación y escasa ideología, pragmáticos, con preferencia por lo privado tanto en previsión como en salud y enseñanza para sus hijos, centristas -¿qué es ser centrista?- y con una elevada tendencia a cambiar de opción política a la que votar en función de sus propios intereses.

Un millón de personas que deciden, en gran medida, la trayectoria política del país, decantando desde su minoría el gobierno que ha de gestionar las necesidades de la mayoría.

No debe extrañarnos, pues, que durante las últimas décadas -las del bipartidismo- este especial grupo de personas haya sido objeto de todo tipo de halagos y arrumacos, tanto desde el PP como del PSOE, con tal de atraer sus votos.

Pero en los últimos años todo ha cambiado, tanto por la cruda crisis económica y política que aún estamos viviendo, como por la desaparición del bipartidismo, convertido ahora mayoritariamente en las cuatro grandes opciones PP, PSOE, UP y Ciudadanos.

Como también ha cambiado la suerte de millones de españoles, que partiendo de un trabajo de escasa cualificación y salarios decentes, han pasado a un estado de miseria y de riesgo de exclusión social, como consecuencia del ejercicio de desigualdad promovido por el gobierno del PP con su durísima devaluación salarial.

En cambio, los urbanitas a los que me refiero han sufrido mucho menos la crisis y han reflotado con gran rapidez, volviendo a convertirse en ese paradigma social que siempre representaron.

Y ahora, cuando ya estamos prácticamente en precampaña electoral ante las municipales y autonómicas del próximo año, no está de más que comparemos el perfil de estos «añeros» con la definición política de los cuatros grandes partidos, en busca de una afinidad que nos permita aventurar hacia donde se van a decantar sus votos.

Con ellos, el PP tiene cada vez menos que rascar, tanto por su exceso de corrupción como por la casposa opción estética de sus políticas y de sus representantes.

El PSOE, profundamente dividido, navegando a la deriva y últimamente desaparecido de la palestra, tampoco tiene mucho que ofrecer a estos profesionales de treinta y tantos, por mucho que Pedro Sánchez sea uno de ellos. De hecho, en la directiva de Zapatero había mucha más afinidad con los ciudadanos que hoy me ocupan que en la actualidad.

En cuanto a Unidos Podemos, poco tienen que conseguir en este segmento sociológico, que ni perteneció al 15M ni está por la labor del deformado radicalismo que practican los obedientes a Pablo Iglesias.

Nos queda pues, Ciudadanos. Una opción política en la que este millón de urbanitas de treinta y tantos puede encontrar fácilmente acomodo. El nivel de afinidad es enorme, gracias a la edad y el estilo de vida de quienes gobiernan este partido político, así como a la razón de voto por eliminación de otras opciones.

Así que, nos guste o no, este podría ser el camino por el que opten nuestros protagonistas de hoy, ante la descomposición galopante del PP y frente a una izquierda desdibujada y profundamente dividida, muy lejana en sus propuestas de los intereses de quien vive suficientemente bien y se encuentra joven y guapo o guapa.

Como dirían en Mongolia, que el Hombre del Espacio nos pille confesados.

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