…la casa sin barrer. Un viejo refrán que refleja perfectamente hasta que extremo el monotema catalán está provocando la más absoluta inacción en los dos gobiernos en liza.
La violencia de género sigue campando a sus anchas; los pirómanos -esta vez sin metáforas- están destruyendo los bosques de Galicia y de Asturias, muertos incluidos; los Presupuestos Generales del Estado siguen paralizados por falta de un consenso suficiente; las pensiones se mantienen en el aire sin una solución que aporte seguridad a los jubilados; la Sanidad, la Educación y la Dependencia permanecen en «stand by», sin que nadie se preocupe de resolver de una vez estos servicios recortados y en difícil situación. Y así hasta recorrer todas las actuaciones políticas necesarias que ahora brillan por su ausencia.
Porque lo que toca ahora es mantener el machito en pos de los más deleznables réditos electorales. Esos que se consiguen pasando olímpicamente de la mayoría de los ciudadanos.
Parece mentira que Puigdemont y muchos de sus compañeros del PdCtat no sean conscientes de su extracción social: la burguesía catalana. Una clase social creada hace siglos con la intención de obtener riqueza a costa de lo que sea, incluyendo muchas veces la xenofobia o los delitos económicos. Una burguesía que siempre ha dejado tirados a sus conciudadanos más «heróicos», abandonándolos a su suerte cuando las cartas no les son propicias.
Como también resulta increíble que Rajoy mantenga su habitual pachorra, sólo interrumpida cuando su derechismo le mueve a la violencia o a la imposición de las ideas, seguramente hechizado por las manifestaciones conservadoras y chuscas o por el cantautor del nacionalismo español: Manolo Escobar y su ¡Que viva España! Votos, sólo votos es lo que busca entre los suyos y los que se apunten a la nación cavernaria.
Al igual que su socio Albert Rivera, al que se le hace el trasero gaseosa ante la posibilidad de que su Cataluña malquerida sea humillada y de que, en medio, de tanto dolor de todos los españoles, su partido pueda ganar en la tierra que le vio nacer.
Toda una parálisis del Estado que se manifiesta durante ya mucho tiempo. Y el que queda. Este y no otro es el resultado de que dos pandillas de descerebrados, independentistas y centralistas, sigan practicando el manido tópico de «Cuanto peor, mejor» que tanto daño está haciendo ante la perplejidad de los sensatos.