Muchos replicarán que el PSOE no se ha ido nunca, lo que es teóricamente cierto. Pero me resulta innegable que en los últimos años, el partido socialista se había ido plegando a políticas cada vez más derechizadas y cómplices con los poderes establecidos. Y para muchos, como yo, eso no era el PSOE que deseábamos.
La impresionante victoria de Pedro Sánchez, nuevo Secretario General electo, despierta, sin pensar más allá, nuevas ilusiones entre la militancia del partido al igual que anima a millones de simpatizantes que estábamos totalmente en contra de sus gerontocráticos barones -sea cual sea su edad- y sus pobres y conservadores ideas.
De hecho, me consta que muchos ciudadanos estarían -estaríamos- dispuestos a volver a votar al PSOE, si Pedro Sánchez es capaz de hacer que esta nueva ilusión se tangibilice en programas que nos devuelvan los derechos civiles secuestrados y que planteen nuevos proyectos orientados a disminuir la desigualdad y a recuperar el avance de España.
Jóvenes y maduros con espíritu de lucha, hemos estado años bramando contra ese PSOE dominado por un aparato absolutamente obsoleto, que ni siquiera con sus servicios prestados en décadas pasadas, fue capaz de mantener la fidelidad de nuestro voto. De hecho, nos forzaron a votar a otras alternativas.
Y entre los componentes de ese aparato y sus capitostes históricos, basta recordar nombres de los que, directa o indirectamente, provocaron ese golpe interno que en octubre pasado defenestró violentamente al hoy reelegido Pedro Sánchez.
Felipe González, Alfonso Guerra, Fernández Vara, García-Page, Lambán, Puig, el mismísimo Zapatero, apoyados por traidores como Hernando, Luena y otros, con la anuencia de Eduardo Madina y el economista José Carlos Díez -que han redactado, respectivamente, las ahora inútiles ponencias políticas y económicas para el próximo congreso-, son sólo algunos de los que se apuntaron a una Susana Díaz, cuyos únicos méritos son chillar más que nadie su «¡Quiero ganar!», mientras Andalucía sigue hundida con uno de los porcentajes de paro más elevados de Europa tras más de treinta años de gobierno socialista. Esa misma Susana Díaz, prepotente hasta la infidelidad más escandalosa, que anoche demostró una vez más su calaña, con una postura de mal perder que resulta impresentable para un partido con la historia del PSOE.
Con personajes como estos pululando en el cuadro de mando del partido, no va a resultar fácil conseguir la paz interna y la unidad que muchos deseamos de una vez. Máxime en unos momentos en los que el populismo impera tanto en España como en Europa, a costa de que las organizaciones socialdemócratas se estén hundiendo miserablemente.
Nos encontramos pues ante la posibilidad de que en el seno del partido socialista se abra paso un auténtico recambio generacional -tanto en la edad como en la mente- que devuelva al que fue un partido de gobierno al lugar que nunca debió perder. Ojala.
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