Aún se recuerda el feo que le hizo Zapatero a los EEUU, cuando aquel Día de las Fuerzas Armadas no se levantó al paso de la bandera de ese país. Una luz de gas, que si bien se aplaudió por su significación, costó al gobierno español una larga temporada de aislamiento desde el Imperio.
Puede que algo similar nos espere con la apuesta fallida que el PP hizo por Hillary Clinton. Cómo se vería entonces a Trump, que hasta los muy conservadores políticos españoles optaron por su contrincante ¿Demasiado para el cuerpo?
Pero el salvaje Donald Trump es un tipo que se crece cada vez que le dan la espalda o le recuerdan sus históricas y terribles posiciones sociales. O sus probables y continuados delitos mercantiles y fiscales.
De hecho, no hace mucho que Rajoy y Trump mantuvieron una conversación telefónica, una vez fue nombrado presidente electo el norteamericano. Muchos daríamos lo que fuera por conocer el contenido de aquella conversación entre el nuevo y cruel emperador y el demostradamente superviviente presidente del Gobierno de España.
Quizá fue algo así como el tembleque del gobernador de una lejana provincia, al pedir excusas a un tipo como Calígula por haberle traicionado: «Porque te necesito allí, que si no ya estarías muerto», pudo haberse oído Rajoy al otro lado del teléfono.
Si seguimos con esta versión ful de la llamadita, también podríamos meter en el ajo la dimisión de José María Aznar como presidente de honor del PP. Así, el único prócer español de alto nivel, que en su día se mostró próximo al Tea Party, deja solo a Rajoy, echando coces y renegando de un partido que considera blando y desfigurado.
Nos encontramos pues ante una incertidumbre política de la que tampoco permanece ajeno el prometido proteccionismo arancelario de EEUU, que de cumplirse naturalmente los plazos, bien se nos podría presentar en los próximos meses. A no ser que, como no contamos internacionalmente para nada, podamos pasar inadvertidos.
Tiene pues Rajoy una nueva oportunidad de practicar su famoso dontancredismo, permaneciendo inane ante lo que le pueda caer encima tras su equivocada apuesta. El hombre de la nada, el presidente de la inopia, permanecerá escaqueado, como se recomendaba en aquella antigua mili.
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