Hay que ver cómo está el personal, que últimamente se dedica a votar contra lo que pretenden los dirigentes políticos. Aquí no, claro. Aún no nos ha llegado esa manía de votar no a los referéndum o mandar a los jefes de gobierno habituales a freír espárragos.
Y en esos referéndum fracasados ha habido de todo: populismos, xenofobia, deseos de venganza y sobre todo errores, muchos errores. Miren si no.
El primer tiro por la culata se lo pegó el exprimer ministro del Reino Unido, David Cameron, quien jugó con fuego al someter a consulta popular la salida de la Unión Europea. Y el pueblo votó ‘pues nos vamos’. Cameron, el irresponsable, se tuvo que ir a casa y hoy el Reino Unido se encuentra en una encrucijada política y económica de dos pares de narices.
Vino después el referéndum de Colombia, que consultaba a su ciudadanía la aprobación del acuerdo de paz con las FARC. Pero la derecha de ese país, como si de española se tratara, tiró por tierra el acuerdo, que con los terroristas no se pacta, da igual el bienestar y la tranquilidad del país. No se tuvo que ir a casa el presidente Santos, que en una hábil maniobra rehízo algunas líneas del pacto y resolvió el asunto contando sólo con su Parlamento. Habrá que esperar a ver cómo se produce y cómo se acepta la integración de los guerrilleros en la sociedad para valorar la bondad del convenio.
Más tarde, aunque se ha hablado poco de esto, hubo otro referéndum en Hungría. Esta vez para decidir si se negaba el pan y la sal a los refugiados que todavía aguardan en la frontera. Y el pueblo votó negarles esos mínimos derechos. Aunque fueron tan pocos los votantes que hubo que declarar nula la consulta, quedando así la suerte de esos seres humanos rechazados en el limbo.
Y ayer, con el referéndum de Italia y las elecciones presidenciales de Austria, Europa contuvo la respiración, ante la posible debacle que bien podía venirse encima.
Lo de Austria, sin ser un referéndum, parecía una consulta plebiscitaria destinada a dar o no luz verde al asalto del poder por la ultraderecha de ese aburrido e históricamente peligroso país. Afortunadamente ganó el independiente y verde Van der Bellen, esta vez sí con una clara victoria. Menos mal que las mujeres austriacas, votaron en masa a favor de la libertad -doblando en cantidad a las que votaron por el peligroso Hofer-, demostrando su empoderamiento y sensatez. Al loro, machistas españoles.
Tras este paseo por medio mundo llegamos por fin a Italia, donde ayer se montó un pifostio de dos pares de narices, tal como se quedó Matteo Renzi, que avisado ya estaba. Pretendía el socialista cambiar la constitución italiana con el fin de incrementar, en lo posible, el poder del gobierno central, frente al bicameralismo, y el poder de provincias y regiones que hacen -entre otras cuestiones- ingobernable el país. Pero Renzi tuvo ayer su propio Waterloo y ha tenido que dimitir, atacado por todo tipo de populismos a derecha e izquierda.
En resumen, que la cosa está que arde. Andan los pueblos levantiscos por su hartazgo de lo políticamente correcto. Y se equivoquen o no, se nos echan encima tiempos de grandes cambios, con la consiguiente incertidumbre. Por si aún queda alguna duda, esperemos a que Donald Trump se ponga a gobernar. Lástima que aún quede mucho para emigrar a Marte.
Reblogueó esto en Meneandoneuronas – Brainstorm.
Me gustaMe gusta