LO QUE HAY

País de perdedores

Como tantas otras veces en nuestra dilatada historia, ayer quedó claro que nos encontramos de nuevo caminando hacia atrás, como los cangrejos, quedando así condenados a ser un país de perdedores.

Un país que pierde a pasos agigantados su educación y su cultura, la sanidad pública, las ayudas a quien más las necesitan, además del grave riesgo en que se encuentran nuestras pensiones, salarios y empleos. Sin olvidar nuestra galopante insignificancia en los escenarios internacionales o el intento de fuga de Cataluña.

Ni abstención táctica, ni técnica, ni leches. Hablemos claro: los barones del PSOE y sus compañeros pseudogolpistas han entregado el partido a la oligarquía más rancia y depredadora, pasando olímpicamente por encima de sus militantes y simpatizantes, de las gentes de izquierdas que no están, estamos, en absoluto de acuerdo con la penosa decisión tomada por el Comité Federal de ayer.

Y, en consecuencia, se hace inevitable que asomen a nuestras cabezas las ideas más peregrinas. O acertadas. Como que en el PSOE haya primado la consigna de sálvese quien pueda, manteniendo los puestos y salarios oficiales alcanzados, no vaya a ser que en unas nuevas elecciones se pierdan estos empleos de lujo.

O que nuestra degenerada socialdemocracia deba tanto a los poderes económicos, que le haya resultado poco recomendable cabrearlos con un nuevo ‘no’ a Rajoy. O que haya cundido el pánico, ante unas posibles nuevas elecciones en las que el partido quedaría relegado al lugar de los proscritos.

Desde luego, excusas no les han faltado a los socialistas que ganaron ayer. Que si lo han hecho por España, que si se van a abstener por favorecer la gobernabilidad del Estado, que si una vez en el Parlamento practicarán una oposición contundente. Bla, bla, bla.

La realidad, aunque subjetiva siempre, es que han dejado colgados a millones de españoles que difícilmente podremos soportar una nueva legislatura gobernada por el injusto PP, con el apoyo de sus jóvenes cachorros de Ciudadanos.

El socialismo de partido, ha perdido una de las principales batallas de su historia, con el orgullo histriónico de los hidalgos perdedores: la de separarse del pueblo y hacerle luz de gas. Y el PSOE lo va a pagar. Muy caro. La factura que les espera va a ser de órdago. Tendrán que pasar décadas para que vuelva a levantar cabeza, recuperando la confianza de los votantes.

Normalidad democrática, dicen desde el PP. Sabia decisión, viene a decir Rajoy. Porque saben perfectamente que en cuanto las encuestas ofrezcan prometedores resultados a la coalición de derechas, el presidente del gobierno se cargará la legislatura y convocará elecciones anticipadas, que hundirán definitivamente a lo que debió ser, y no supo, la esperanza de este país.

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