Jamás he militado en partido político alguno, aunque reconozco mis escarceos de simpatizante con la izquierda socialista. Como en otras ocasiones lo he sido con IU, o con Compromís por cuestiones territoriales.
Pero no. No he sido militante ni lo seré. Me resultaría imposible aceptar los desvaríos que se suceden en las organizaciones políticas y, menos, pagando una cuota.
Aún así, he pensado muchas veces cómo actuaría si lo fuera. En cualquier partido. De izquierda, de derecha o del imposible centro político.
Si yo fuera de Podemos, me situaría del lado de Errejón, pero sería más vehemente en mis discrepancias con Pablo Manuel Iglesias. Porque no soporto ni creo adecuadas hoy en día las bravatas de este último ni su posicionamiento a favor de generar miedo, dentro y fuera de su partido. Así no se va a ninguna parte. Me cuesta creer que un país gobernado por Iglesias saliera adelante más allá del medio plazo. Superarían la pobreza, posiblemente, los millones de españoles que hoy están en la miseria, pero en un corto tiempo, el hundimiento nos alcanzaría a todos, con un estado incapaz de cumplir con sus obligaciones más necesarias y automarginado de Europa. Así que nunca sería militante de Podemos mientras no se aclaren estas peligrosas cuestiones.
Si yo perteneciera al PSOE, andaría cabreado permanentemente. Estaría tentado de situarme en la corriente crítica Izquierda Socialista. Y eso me enfadaría aún más, dada su absoluta inoperancia y sus dudosas posiciones ante problemas de gran calado en un partido de gobierno. Y por supuesto pregonaría el ‘no’ ante la probable investidura de Rajoy. Nada de veleidades abstencionistas por el bien de la estabilidad. Prefiero andar por la cuera floja que pisar firmemente sobre la miseria de tantas familias hundidas por mucho tiempo. Y habría acudido además, a la puerta de mi delegación socialista a tildar de golpistas a los que se han cargado a Pedro Sánchez, achacándole los fracasos que el propio partido, con sus altos cargos de toda cuerda al frente, ha generado desde que perdió sus esencias socialistas y se metió de bruces en el posibilismo.
Si yo militara en Ciudadanos, cuestión harto improbable, me pasaría el día machacando a mis compañeros con la necesidad de acabar con la corrupción, caiga quien caiga, hasta que este país pareciera europeo de los de pro. Defendería, por supuesto la unión de España, en cualquiera de sus formatos posibles y evitando, siempre, la confrontación inútil y provocadora que la falta de diálogo produce ante los independentistas. Y le recordaría a mis mandos que la teórica lucha contra la corrupción que hizo de Ciudadanos un partido con cierta relevancia en nuestro país, ni se alquila ni se vende. Aunque también procuraría enterarme de qué oscuros intereses son esos que impiden que Ciudadanos cumpla con sus promesas electorales, al tiempo que me alarmaría ante los inasumibles vaivenes de su posicionamiento político.
Por último, si se me ocurriera militar en el PP… No, no podría. Ni imaginarlo siquiera.
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